23 de Noviembre de 2016
A diferencia de la mayoría de la gente a la que le gusta el cine animado, en mi infancia no hubo ninguna interacción con Studio Ghibli. No fue hasta hace poco más de un año que vi La Princesa Mononoke por primera vez (Y le dediqué una entrada en el blog antiguo), y posteriormente me decidí a ver una segunda película del estudio.
Apenas he visto una más desde entonces. Que no se me malinterprete: Me encanta el cine de animación, pero no suelo ver películas. El hecho de estar más de una hora sin moverme hace que no suela ver películas cuando estoy solo, y mi compañía habitual no es muy admiradora de este tipo de películas.
El caso es que la segunda película de Ghibli fue La Tumba de las Luciérnagas, y cuando la vi no me acabó de gustar. Recientemente y con una perspectiva algo más adecuada, la he vuelto a ver en el cine, y es la película de la que voy a hablar hoy. Va a ser una entrada corta, pero con que diga lo que quiero decir ya me basta.
Nada de spoilers, por supuesto.
Japón, finales de la Segunda Guerra Mundial. Pequeñas aldeas son sometidas por la aviación estadounidense y soportando sus intensos bombardeos. En uno de ellos, la aldea del joven Seita se convierte en un infierno humeante. Seita deberá buscar la forma de buscar una forma de vivir a la vez que cuida de su hermana pequeña Setsuko, de tan solo 5 años.
La Tumba de las Luciérnagas fue la primera película dirigida por Isao Takahata para Studio Ghibli, y la tercera película del estudio.
La historia, que comienza con la muerte del protagonista (no es un spoiler, ocurre en el primer minuto), retrocede hasta el punto en el que comenzó el ataque a la aldea de Kobe, hogar de Seita. Tras separarse de su madre antes de dirigirse al búnker, Seita deberá encargarse de su hermana Setsuko, en un principio con ayuda de sus tíos y posteriormente en solitario.
El mayor enemigo de los hermanos será la ausencia de comida y su consecuente peligro de desnutrición.
La historia es simplemente cómo viven los dos hermanos estos sucesos, así que toda la fuerza narrativa recae, por supuesto, en la narración.
La Tumba de las Luciérnagas parece tener como objetivo mostrar esta situación con la crudeza de la indiferencia. Es decir, las cosas ocurren alrededor de Seita, y son como son porque están en medio de una guerra en la que solo son las víctimas. Mostrar estos sucesos como hechos que suceden sin más le da esa fuerza narrativa que no se logra dándole énfasis a cada caso individual. O, más bien, se trata de una perspectiva diferente.
La película no pretende hacerte llorar, pretende hacerte ver la situación tal y como la viven (o más bien vivieron) los afectados por los ataques a civiles de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en la recta final la película se contradice a sí misma alterando esa perspectiva, y pasando de esa crudeza a la estructura más típica de ese tipo de historias. ¿El resultado? El efecto inmediato en un público medio que no se percata de este hecho, pero una contradicción flagrante en la esencia de la propia obra. Una descoordinación que daña al conjunto de la obra artística.
Eso no significa que para mí la película se derrumbara por completo. Sigue siendo una historia calmada y triste, cruda y también a ratos bonita. Pero podría haber sido mucho más si no hubiera renunciado a esa parte de su esencia.
Esa forma de ser acrecentaba especialmente la crudeza, pero también lograba que los momentos en los que se recurre a la belleza vieran su efecto narrativo altamente incrementado.
Y ya que hablo de esa belleza, pasaré al apartado gráfico. A estas alturas no dudamos de la calidad de la animación de Ghibli. En medio de acontecimientos dramáticos, las paletas de colores escogidas son cruciales para reforzar esos efectos, o destrozarlos. Pero Ghibli acostumbra a hacerlo bien en estos aspectos, y los colores apagados en el día a día en torno a la guerra, los efectos del fuego en un incendio en todo su esplendor y también en sus últimos momentos de vida... La sensación lograda en esos puntos es estupenda, y el resto de la película también disfruta del efecto de esos colores apagados.
Además, la película también se beneficia de esa belleza en algunas escenas, en la que contrasta la tristeza de la guerra con una belleza visual y unas escenas enfocadas a mostrar la belleza que existe aun en ella, y que se refuerza en su marco contextual.
A este aspecto visual acompaña una banda sonora del nivel al que Ghibli nos acostumbra. Esta música se coordina con las escenas y su belleza y conforma los conjuntos que más valor dan a la película, y que marcan los puntos clave de su desarrollo. Como no se basa en su trama sino en su presentación, la importancia de los apartados ajenos a ella, el visual y el sonoro, son clave. Y probablemente sea el aspecto en el que más destaca la película.
Os pongo un ejemplo, aunque si habéis visto algo de Ghibli previamente, ya imaginaréis más o menos qué vais a escuchar:
Así que, con todo eso, la película es bonita a la par que dramática, en el sentido narrativo, visual, y también sonoro. Depende de su desarrollo para ofrecer una experiencia, aunque como no cuenta muchos sucesos sino que se centra en presentarlos puede resultar aburrida para aquellos a los que les guste más el movimiento que la belleza. De hecho, esa es la razón de que me resultara aburrida la primera vez. ¿Que si la recomiendo? Bueno, a mí me parece que está bien, es bonita y su marco está bastante cuidado, aunque diría que no tiene el gancho suficiente para atraer a un público que no reciba las obras por su apartado visual y sonoro sino por su trama. Porque la trama es simplona y su narración acaba contradiciéndose, pero eso no significa que no sea disfrutable.
A este aspecto visual acompaña una banda sonora del nivel al que Ghibli nos acostumbra. Esta música se coordina con las escenas y su belleza y conforma los conjuntos que más valor dan a la película, y que marcan los puntos clave de su desarrollo. Como no se basa en su trama sino en su presentación, la importancia de los apartados ajenos a ella, el visual y el sonoro, son clave. Y probablemente sea el aspecto en el que más destaca la película.
Os pongo un ejemplo, aunque si habéis visto algo de Ghibli previamente, ya imaginaréis más o menos qué vais a escuchar:
Así que, con todo eso, la película es bonita a la par que dramática, en el sentido narrativo, visual, y también sonoro. Depende de su desarrollo para ofrecer una experiencia, aunque como no cuenta muchos sucesos sino que se centra en presentarlos puede resultar aburrida para aquellos a los que les guste más el movimiento que la belleza. De hecho, esa es la razón de que me resultara aburrida la primera vez. ¿Que si la recomiendo? Bueno, a mí me parece que está bien, es bonita y su marco está bastante cuidado, aunque diría que no tiene el gancho suficiente para atraer a un público que no reciba las obras por su apartado visual y sonoro sino por su trama. Porque la trama es simplona y su narración acaba contradiciéndose, pero eso no significa que no sea disfrutable.
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